Hay Salida

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Los amigos de la revista Talleres en Comunicación han vuelto a confiar en mi y me han publicado mi último artículo en el que hablo del empecinamiento español, y como aunque parezca muy duro, hay salida para nuestro sector. Podéis leer el texto a continuación, haciendo click en las imágenes, o en el link de abajo: Corría el año de 1585, los Tercios Españoles luchaban en Flandes; En una pequeña localidad del centro de la actual Holanda conocida como Empel, comandado por Fco. Arias de Bobadilla se atrincheraba el Tercio Viejo de Zamora, 5.000 hombres sitiados por las fuerzas de Felipe de Hohenlohe-Neuenstein, con más de 150 barcos y miles de hombres. Superados en número, el Almirante enemigo le ofreció la rendición al ejército español, a lo que la respuesta que obtuvo fue “Los infantes españoles prefieren la muerte a la deshonra, ya hablaremos de capitulación después de muertos” , y casi 500 años después, seguimos siendo igual, batalladores hasta el final, empecinados, y

Seguimos sin aprender del pasado


Hoy el congreso está “reunido” para aprobar la prorroga del Estado de Alarma, alargar más nuestro confinamiento por la salud de todos, y quiero aprovechar esta ocasión para hablar de un hecho que ocurrió hace ya 2 siglos en mi ciudad natal, el cual tiene mucho parecido con la crisis actual.

Corría el año 1811, España aún luchaba contra las fuerzas napoleónicas, y existía un gran trasiego de tropas por todo el territorio, incluyendo aquellas retornadas de las américas, que junto a ellos traían como polizones indeseables diferentes enfermedades, entre ellas La Fiebre Amarilla en un buque procedente de Baltimore, que las autoridades de la época intentaron contener sin ningún éxito, extendiéndose puerto a puerto, y allí por donde pasaba el contingente de soldados; se trataba de una enfermedad nueva para la época, de la cual se desconocían muchas cosas, entre ellas como se transmitía.

El 3 de agosto un regimiento proveniente de Cartagena (Murcia), solicitó pernoctar en la ciudad de Alicante, a lo que la ciudad prohibió su asentamiento al venir de una zona infectada. No obró de la misma forma la autoridad competente de la época de la vecina ciudad de Elche, que les acogió en un barrio a las afueras, tras “comprobar” que ninguno de ellos tenía la enfermedad. ¿El motivo? Comenzaban las fiestas patronales de la localidad, una fecha de alto valor económico para la ciudad, no querían dar la imagen de que estaban cerrados, además el “optimismo festero” les invadía… Lo que ocurrió después os lo voy a contar, pero creo que ya os lo imagináis…

El 5 de agosto, fallecieron 2 soldados por la enfermedad, pero la Junta Municipal y la de Sanidad decidieron no cancelar las fiestas, las cuales acababan de comenzar y terminaban el día 15 de agosto, a pesar de las reticencias de un médico local D. Diego Navarro que recomendó no celebrar ese año la representación del Misteri d’Elx (Representación litúrgica Patrimonio de la Humanidad) para evitar aglomeraciones de gente. Este hecho provocó que la festividad jugó un papel fundamental en la propagación de la enfermedad, no solo entre los ilicitanos, sino en los visitantes que allí estuvieron. ¿Soy el único que tiene un “déjà vu”?... (como nota al margen, la ciudad aprendió la lección y en posteriores epidemias -1855 y 1885- sí suspendieron las fiestas)

El 16 de agosto se decretó aislar la ciudad impidiendo la entrada o salida de personas de la ciudad salvo sanitarios venidos de distintos lugares de la Comunidad Valenciana, valorados como héroes (posteriormente mártires), pero ya era demasiado tarde.

Para el que no lo conozca, la fiebre amarilla la transmite el mosquito, de persona a persona; Además la Comarca del Baix Vinalopó, de la cual Elche es capital, es una zona con alta población de mosquitos, muy en particular en verano (el año pasado fueron varias las plagas que infestaron la zona); por lo que os podéis imaginar la velocidad de transmisión que hubo entre los ciudadanos, turistas, y comerciantes que visitaron la localidad.

Durante los días posteriores los fallecidos diarios se contaban por docenas, incluso a principios de septiembre la cifra superó los 400 muertos en un día. (por cierto, sigo con el “déjà vu”).

Los cadáveres se amontonaban en grandes trincheras cavadas a las afueras de la ciudad, dando lugar al actual “Cementerio Viejo”, los prisioneros fueron liberados para que trabajasen de enterradores, posteriormente tuvieron que enterrarles a ellos; todos los médicos y sanitarios perecieron, tanto los locales como los venidos de otras regiones; todos los curas, monjes, frailes, y miembros eclesiásticos perdieron su vida, así como todos los funcionarios, juristas y alguaciles…

No fue hasta bien entrado el mes de noviembre cuando la pandemia remitió.

Se contabilizaron más de 8.000 muertos en la localidad, pero el término municipal incluye otros núcleos de población de menor tamaño, en concreto 31 pedanías, en las cuales no se computaron los fallecidos por la enfermedad, por lo que se estima que la cifra total ascendió a 11.000 personas en 4 meses.

Una localidad próspera de 20.000 personas en julio de 1811 pasó a rondar los 9.000 en unos pocos meses, con la economía hundida, sin gobierno ni funcionarios, ni médicos, ni iglesia (recordemos el importantísimo papel que tenía en aquella sociedad), y las reticencias de otras poblaciones a trabajar con los supervivientes.

Solamente espero que 200 años de evolución tecnológica, conocimientos técnicos, y desarrollo industrial nos de ventaja ante una situación similar pero de proporciones mundiales.

Aprendamos de nuestro pasado, y aislémonos en casa hasta que todo pase.


Fuente:
https://www.a24.es/2019/12/08/elche-la-epidemia-de-1811/
https://www.diarioinformacion.com/opinion/2020/03/15/fiebre-amarilla-1811-elche/2245147.html
Imagen:
http://topical30.opennemas.com/articulo/historia-de-elche/imagen-elche-provincia-viajeros-extranjeros-siglo-xviii/20180502185641000728.html

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